Casi fue
una proeza
llegar hasta
el borde del fin
de los tiempos,
acercarse y mirar
el vacío
a los ojos.
Luego darse
la vuelta
abocándose
al campo.
Ignorar
ese influjo
- desoir la llamada
que te pide
que saltes
-que te hundas
abajo-
que te ruge
¡Que saltes!
hacia el fin
del presente.
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