viernes, 4 de septiembre de 2009

cada día

Cada día
es igual
que el siguiente:
es una montaña
verde
que acabo
sola en
mi cama.

Cada día es
igual que
el siguiente,
igual que el
vacío,
que el motor
estridente
de mi unívoca calle
en lo oscuro
a las horas
pendientes.

Cada día es igual
que el siguiente,
es la luz
mortecina,
el sopor
detonante
de abatida
persiana
y ahorcada
cortina.

Cada jornada
es otro
fragmento
distinto,
aunque desde
aquí
parece siempre
este segmento tal
como idéntico,
y aquél otro,
y el próximo
la misma rutina.

-Abandono.

No hay nada sorprendente.

-Nada.

No me equivocaba
contigo.

-Apatía.

Nada que no
hayamos previsto
desde este
cubil nauseabundo
marcado por
un tenue y
deficiente ángulo
lumínico e
impregnado de
cierto salvaje
hedor removido.

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